Mamá pata y los/as patitos/as del parque viejo
Cuando leí el libro “La ciudad de la Alegría” de Dominique Lapierre me quedaron dos cosas grabadas: Una era la frase “Todo lo que no se da se pierde” y la otra es que las madres indias dan masajes a sus hijos con crema de mostaza, dicen que aunque el niño/a no tenga para comer se puede alimentar de caricias, que está comprobado que la criatura engorda de contacto, de calor humano, así que yo le daba a mi hija su cremita con mucha paciencia para que se nutriera por dentro y por fuera. Un día cuando era mi niña una adolescente me hizo el mejor regalo que se puede recibir, me dijo: Mamá, yo cuando sea madre quiero ser como tú has sido conmigo” y siempre que tengo una discusión con ella me acuerdo de esa frase y le doy un tajazo al rencor, creo que así deberíamos hacer con todos los seres humanos, recordar ese día de amoroso encuentro, de frase conciliadora, otro gallo nos cantaría para despertarnos del desamor.
Mamá pata vive como Dios. Disfruta de un spa y todo, una cascada interminable donde baña a sus niños todos los días y ella misma se pone bajo los chorros y abre sus alas para que brillen como si la masajeara un turco. Ella y los patitos duermen la siesta bajo los juncos, sestea y un chico del Ayuntamiento les trae la comida, creo que se beneficia de la Ayuda a Domicilio, ya que es madre soltera, papá pato se fue con otra o tal vez echó uno rápido y se fue, o también ha emigrado, pero no manda ni un céntimo, puede que lo gaste en las trabajadoras del sexo, o es uno de los patos que anda por el estanque a ver si cae algo, porque el culebrón de mamá pata da para mucho y yo podría estar hasta mañana contando su vida.
Cuando las madres me cuentan problemas con sus hijos yo siempre pienso que los hijos hacen lo que ven, no lo que les aconsejas, porque si tú te contradices en lo que predicas, pues ellos se pierden en el descalabro de tu autoengaño. Me gusta el poema de Gibrán Jalil Gibrán:
“Vuestros hijos no son vuestros hijos
Son los hijos y las hijas del anhelo de la vida, ansiosa por perpetuarse.
Por medio de vosotros se conciben, mas no de vosotros.
Y aunque estén a vuestro lado no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos: porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos; no sus almas, porque sus almas habitan en la casa del futuro, cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como vosotros, porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Sois el arco desde el que vuestros hijos son disparados como flechas vivientes hacia lo lejos.
El Arquero es quien ve el blanco en el camino del infinito, y quien os doblega con Su poder para que Su flecha vaya rauda y lejos. Dejad que vuestra tensión en manos del arquero se moldee alegremente. Porque así como El ama la flecha que vuela, así ama también el arco que se tensa.”
Si visitáis el parque viejo de Villaviciosa y miráis en el estanque se os pondrán andares de pata.
¿Y si fueran cisnes? Bueno, eso me daría para otra historia...
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