Mamá pata y los/as patitos/as del parque viejo


Un día , el que no tiene novia, que no tiene madre, al que le gusta salirse de este mundo empinando el codo y asiduo habitante del parque me llamó para que viera lo más enternecedor que pueden presenciar tus ojos: La madre pata y sus patitos. Seis pequeños y lindos patitos giraban alrededor de su madre, caminaban con ella al unísono, orquestados por su amor filial. Yo me imaginaba todos los días una historia de la mamá pata y los patitos, iba a visitarlos con frecuencia cada vez que pasaba por el parque y les sacaba fotos. Un día fui con mi hija para que les tomara alguna instantánea, pues crecían de una manera vertiginosa, así es la vida y así son los cambios, pasa como un relámpago, la vida te pide paso a borbotones, tú puedes estar planeando mil cosas, pero la vida improvisa porque es pasión, no te deja pararte, si te paras no estás en la vida, estás en el limbo, que es otra forma de vivir, yo no tengo nada en contra del limbo, pues voy allí muchas veces cuando la vida no me muestra nada que me haga soltar mi pasión como un geiser. Y digo yo si mamá pata es la madre de los patos o es una abuela pata o una tía pata, esto que se lleva tanto ahora, ya que a veces las madres se van para otros estanques o emigran para mandar viandas a sus hijitos, para que no les falte nada de lo material, aunque les falta el amor de madre y luego los hijos le reprochan a la madre que se fue al extranjero y las dejó solas, que conozco casos, en que la carencia de madre es tal que aunque la madre viva las hijas se sienten huérfanas, también ocurre con las madres distantes, que no abrazan, que no te dicen lo bien que haces las cosas, lo agradable que es estar contigo, aunque no se despeguen de tu lado, y mientras lo están se les da por estar marcándote los pasos, darte consejos de vieja, mover tus fichas, vivir tus amores, cometer tus errores para rejuvenecer, señalarte con el dedo de la culpa, mirarte con el ceño fruncido. Mi madre tenía rígida la zona de los abrazos, ella me daba su amor haciéndome la comida, limpiándome la casa, cuidando de mi hija, pero no me abrazaba. Me besaba cuando llegaba y cuando marchaba, pero no me abrazaba. Ahora que no está físicamente siento su abrazo en el rollo de bonito que me hacía por los veranos, en el caldo con tropiezos del invierno, en el bacalao a la vizcaína que preparaba el día de su cumpleaños, en todas las veces que hizo de comer para mis parejas, para mis amigos, en la ropa que cosió para mí, pero no me abrazaba, era un poco japonesa en eso, y es que la época que le tocó a ella vivir era oscura y secreta, férrea, a ella tampoco la habían abrazado, así que no sabía expresarlo. El último año de su vida se desnudó de la rigidez, se quitó las capas de la cebolla de la indiferencia y se volvió una niña y yo me acerqué a ella como se acercan los susurros, se nos cayó el muro de la indiferencia, se desparramó el bloque de hielo que nos separaba y nos abrazábamos sin parar. Nunca le había dicho que la quería, tal como se lo puedo decir a mi hija, y cuando se lo decía ella me contestaba: “Y yo a ti más”. Ella siempre tenía que ganar.
Cuando leí el libro “La ciudad de la Alegría” de Dominique Lapierre me quedaron dos cosas grabadas: Una era la frase “Todo lo que no se da se pierde” y la otra es que las madres indias dan masajes a sus hijos con crema de mostaza, dicen que aunque el niño/a no tenga para comer se puede alimentar de caricias, que está comprobado que la criatura engorda de contacto, de calor humano, así que yo le daba a mi hija su cremita con mucha paciencia para que se nutriera por dentro y por fuera. Un día cuando era mi niña una adolescente me hizo el mejor regalo que se puede recibir, me dijo: Mamá, yo cuando sea madre quiero ser como tú has sido conmigo” y siempre que tengo una discusión con ella me acuerdo de esa frase y le doy un tajazo al rencor, creo que así deberíamos hacer con todos los seres humanos, recordar ese día  de amoroso encuentro, de frase conciliadora, otro gallo nos cantaría para despertarnos del desamor.
Mamá pata vive como Dios. Disfruta de un spa y todo, una cascada interminable donde baña a sus niños todos los días y ella misma se pone bajo los chorros y abre sus alas para que brillen como si la masajeara un turco. Ella y los patitos duermen la siesta bajo los juncos, sestea y un chico del Ayuntamiento les trae la comida, creo que se beneficia de la Ayuda a Domicilio, ya que es madre soltera, papá pato se fue con otra o tal vez echó uno rápido y se fue, o también ha emigrado, pero no manda ni un céntimo, puede que lo gaste en las trabajadoras del sexo, o es uno de los patos que anda por el estanque a ver si cae algo, porque el culebrón de mamá pata da para mucho y yo podría estar hasta mañana contando su vida.
Cuando las madres me cuentan problemas con sus hijos yo siempre pienso que los hijos hacen lo que ven, no lo que les aconsejas, porque si tú te contradices en lo que predicas, pues ellos se pierden en el descalabro de tu autoengaño. Me gusta el poema de Gibrán Jalil Gibrán:
“Vuestros hijos no son vuestros hijos
Son los hijos y las hijas del anhelo de la vida, ansiosa por perpetuarse.
Por medio de vosotros se conciben, mas no de vosotros.
Y aunque estén a vuestro lado no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos: porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos; no sus almas, porque sus almas habitan en la casa del futuro, cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como vosotros, porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Sois el arco desde el que vuestros hijos son disparados como flechas vivientes hacia lo lejos.
El Arquero es quien ve el blanco en el camino del infinito, y quien os doblega con Su poder para que Su flecha vaya rauda y lejos. Dejad que vuestra tensión en manos del arquero se moldee alegremente. Porque así como El ama la flecha que vuela, así ama también el arco que se tensa.”
Si visitáis el parque viejo de Villaviciosa y miráis en el estanque se os 
pondrán andares de pata.

¿Y si fueran cisnes? Bueno, eso me daría para otra historia...

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