Niemeyer



 El fontanero, su mujer y mi amigo Felipe me hicieron desistir de la idea de cambiar mi taza del wáter por otra nueva. Sentenciaron que con agua fuerte se me iría el óxido acumulado por la cal de mi pueblo y la dejadez de mi ánimo, que la tacita estaba nueva, sólo la utilizaban los invitados y yo no percibía el abandono hasta que me visitaban ellos. Comencé un proceso de limpieza nocturna, dejaba el líquido efervescente actuar por la noche y por la mañana iba a comprobar el milagro de la ciencia de manera sigilosa, como una niña atisba a ver qué le han dejado los Reyes Magos en su noche más feliz. Y allí estaba mi taza de wáter cada vez más nueva, más lustrosa. Ahora resulta que tengo que irme de viaje otra vez a descambiar la que me compré y a admirar de nuevo al mentalista a ver qué me cuenta de sus tornillos y demás zarandajas del mantenimiento de la arquitectura casera. Esto me recordaba al protagonista del libro de Paulo Cohelo, “El Alquimista”, que después de andar medio mundo se da cuenta que el tesoro que busca está al lado de su casa, no en lejanas tierras. Estaba tan contenta con el arreglo de los aparatos Roca de mi casa que decidí aceptar la invitación de mi hija al estreno del corto en el que participa como intérprete y de esta guisa me presenté a conocer el Niemeyer. Hacía una tarde preciosa y Avilés me resultó más hermosa que nunca, el lugar en el que está asentado el edificio me resulta encantador y me parece un sitio para que se llene de gente. Todo parece diáfano, es un espacio para que la creatividad se exprese, como en una página en blanco, los espacios se llenan con el colorido de las personas que lo pasean. Me vi rodeada de mucha gente joven, con el colorido de sus ropas, sus sonrisas, la vitalidad que emanan, la esperanza que brota en su piel de terciopelo. Me hice una foto con mi hija en una escultura que se llama Dulcinea, todas las esculturas que rodean a esta son un homenaje a “El Quijote” y yo elegí hacerme una con Dulcinea, que me la imagino como una princesa del pueblo, ya que todas somos princesas de alguna manera (al fondo de la foto se puede ver el anuncio de la representación teatral “Ricardo III” en inglés por el actor Kevin Spacey en el teatro Palacio Valdés). Subimos al restaurante y vimos Avilés de noche, mientras ellos hablaban de dietas y del corto de cine. Nos invitaron a una velada en un café que me pareció precioso, la noche estaba con una temperatura agradable, paseamos por los soportales de las calles hasta el lugar donde habíamos dejado el coche aparcado. La noche era silenciosa, me quedé en una plaza esperando con el hermano gemelo del novio de mi hija a que trajeran el coche. Un chico alemán que tiene beca Erasmus apareció con su patinete y nos contó con su acento germánico que iba a dormir en la furgoneta y al día siguiente iría a pillar olas a Salinas. Volvimos a casa contentos de escribir en las páginas en blanco del Niemeyer…


Comentarios

  1. ¡¡¡Funciona!!!mi taza de vater estaba INDECENTE.El consejo de tu fontanero a sido increíblemente eficaz y maravilloso.Dale las gracias de mi parte y un beso para ti.

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