MUSEOS



Poco antes de la llegada de la primavera decidí visitar por primera vez en mi vida el museo del Prado. Un año sí y otro no voy a celebrar con mi hija (que vive en Madrid) nuestro cumpleaños, porque nacimos el mismo día y mes, así que me di algunos lujos (una amiga llama a ese gesto "honrarse" y me parece genial) como hospedarme en un hotel con posibilidades de la comodidad que me merezco y cerca de los museos de Madrid, que están unos cercanos a otros. Mi principal objetivo era visitar el museo del Prado, porque nunca lo había hecho y era como un deber. También la monitora que nos había impartido el curso “Mujeres pintoras” me animó a hacerlo, al verme yo imposibilitada de caminar con otras mujeres en una excursión de andar a la carrera con gente que tiene las piernas más ligeras, aunque yo corra tanto con la mente que las dejaría atrás algunas veces. No encontraba con quién ir al museo, toda la gente que conocía (o de las que yo hice recuento) no podían acompañarme, así que me aventuré a salir del hotel y caminar hasta el museo. Hacía un sol espléndido y poquito a poco fui llegando hasta la mismísima entrada, abarrotada de estudiantes y otras gentes de cultura inquieta. Pude pasar sin pagar entrada, ya que las personas con movilidad reducida disfrutamos de gratuidad y hasta me ofrecieron una silla de ruedas, pero al ser manual desistí de tan generosa disposición, ya que comencé a pensar que las manos me acabarían doliendo más que al caminar con las muletas y que ya encontraría yo la manera de sentarme de vez en cuando si me cansaba y que tenía todo el día por delante para disfrutar de las pinturas. Antes de entrar por la puerta que me tenían reservada una mujer con unos cuadernillos en su mano me ofreció un escrito preguntándome antes que si me gustaba leer, que me vendía un relato por 1€. El relato tenía por protagonista a los calcetines, que ella perdía de continuo. Juro que lo leí, pero no lo guardo como un recuerdo imborrable, esta chica necesitaba leer a la japonesa Marie Kondo, su libro “La magia del orden” y así buscaría otros temas para escribir…
Bueno, pues entré en el museo y lo primero que vi fue un cuadro pintado por la pintora Sofonisba Anguissola (más información AQUÍ), era un retrato de Felipe II, anteriormente atribuido a Juan Pantoja de La Cruz. Creo que no es casualidad que nos sentimos atraídas por aquello que nos llama, como imanes que nos están buscando, sean cosas o personas. Es curioso que lo primero que yo viera fuera un retrato pintado por una mujer, de la que hablamos largo y tendido en el taller que nos impartió Begoña Donaire en la Casa de Encuentros para Mujeres de Villaviciosa. Seguí recorriendo salas y pasillos y otro cuadro me llamó poderosamente la atención por la temática tratada: la discapacidad. El protagonista de este retrato se llamaba Perejón (más información AQUí), bufón del conde de Benavente y del gran duque de Alba. Hacia 1560. Óleo sobre lienzo. El pintor, en este caso, era Antonio Moro, que hace un retrato muy digno de este hombre, que parece padecer una hemipejia en la parte derecha de su cuerpo, situación física que no le limitó para adquirir cierta bonanza económica, lujos y prebendas, ya que su ropaje le da cierta dignidad de noble, aunque su estado físico no está nada disimulado. Mi mayor deseo era contemplar Las Meninas de Velázquez y cuando iba llegando a la sala donde estaba expuesto creo que el corazón comenzó a latirme con más apresuramiento. El lugar donde está colocado no es por casualidad, así que te vas metiendo en su ambiente poco a poco y si padeces astigmatismo la emoción te embarga más, acrecentada por la capacidad de imaginar. Te metes en el cuadro directamente, tocas lo que ves sin palparlo, la profundidad te marea de alegría. Cuando estuve cerca escuché a la guía soltar la charla a unos estudiantes de una edad comprendida entre los 13 y 14 años y me puse a su altura. Me encantaba cómo los hacía reflexionar sobre los motivos de pintar esta u otra escena del cuadro. Luego me quedé sola mirando aquella obra de arte, cada detalle que ella había nombrado. Me marché a ver otras obras y volví de nuevo atraída por esa composición poética, pionera de la perspectiva más completa. En ese momento había otro guía informando a 2 parejas sobre el cuadro y no ponía la misma pasión y entusiasmo que aquella muchacha.
Hacia las 3 de la tarde me fui a la cafetería del museo a comer. Comenzó a llover, ya estaba cansada y decidí irme para el hotel, pues la lluvia me aguó la fiesta.

Vi muchos cuadros, pero no todo el museo, claro, espero volver en otra ocasión...
Siguiendo con los imanes o casualidades, acudí a una exposición en Caixa Forum que trataba sobre niños y niñas discapacitadxs en la India, pero precisamente ese día, luego otros días la misma fotógrafa exponía fotos de personas en la India, pero con otros temas.

Comentarios

Entradas populares