Contradicciones

En cierta ocasión me fui con él de compras. Me fijé en una chaqueta de punto que me gustó. La probé y me pareció que me quedaba bien. El problema era que la había en dos colores, en rosa y en azul. El color rosa me suele quedar muy bien, pero yo tenía ganas de aquel color azul que no formaba parte de mi guardarropa, era como un azul averdosado; bueno, empecé a dudar cuál de las dos debería comprarme porque no podía comprarme las dos, así que salí del probador y le pregunté que cuál le parecía que me debería comprar. El me dijo que la rosa era la que le gustaba y en ese momento tuve claro que me tenía que decantar por la azul. Compré la chaqueta azul. Cuando salimos de la tienda me reprochó que para qué le había preguntado el color a elegir de la chaqueta si al final iba a hacer lo que me diera la gana. En eso estaba equivocado, yo le preguntaba para salir de dudas, para escucharme a mí misma en su parecer, pero llevándome la contraria a mí, no a él. Comenzó a largarme un discurso sobre lo caprichosas que somos las mujeres, así, en un tono general, como si todas fuéramos iguales, no sé si todas o todas con las que él se relacionaba.
Otro día me llamó para preguntarme sobre la elección de sus electrodomésticos. Iba a comprarse una nevera y una lavadora para su cocina y quería comprarlas en acero inoxidable, que empezaba a estar de moda. Yo le dije que era una tontería pagar el canon de la moda, que iba a pagar cien euros de más por cada una porque ahora estaban empezando a llevarse, eran novedad, que buscara el mismo modelo, pero en la gama blanca y que vería lo que se ahorraba. Me hizo caso y en su cocina había una lavadora y una nevera blancas a precio muy módico.
Pasaron unos meses y se me estropeó la nevera. Fui a la tienda a buscar otra para reemplazarla y me encuentro con un chollazo de nevera en acero inoxidable. No me pude resistir a la tentación de comprarla, pues estaba muy barata y ya no la adquiría en tiempos de novedad, sino que era un modelo que ya estaba en el mercado hacía unos meses.
Pienso que cuando pedimos un consejo el interlocutor tiene que saber que puede que no vayamos a seguir lo que nos dicte, porque al fin y al cabo lo que necesitamos es salir de dudas o liarnos más todavía, o sopesar, o ya tenemos la respuesta, pero al contárselo a alguien el eco de nuestra propia voz nos dice lo que tenemos que hacer.
Yo soy un mar de contradicciones, no tengo ideas fijas, un día pienso en blanco y otro en acero inoxidable.
Soy así.

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