Taller de escritura





Hace unos días comenzamos en La Casa de Encuentros de Mujeres de Villaviciosa y patrocinado por el Ayuntamiento un taller de escritura. Después delas presentaciones la profesora nos puso manos a la obra dándonos una serie de herramientas, también nos instó a que nos hiciéramos las siguientes preguntas:
-¿Para qué escribimos?
-¿Por qué escribimos?
-¿Cómo escribimos?
-¿Qué contamos?
Mientras nos iba contando diferentes historias de escritoras que a lo largo de la historia nos han dejado su legado nos habló de Virginia Wolf, quien una vez dijo algo así: "Dadle a una mujer una renta de 500 libras y un papel en blanco y esa mujer escribirá una historia en ese papel, que luego romperá y que volverá a escribir hasta que esté completa", es decir, la mujer necesita independencia económica para desarrollar el arte, sobre todo en aquella época, pero también en la de ahora, podemos alcanzar cotas de libertad por medio de la expresión del arte, en este caso de la escritura.
Nos habló de tres maletines para empezar la tarea de escribir, uno blanco, uno negro y uno rojo. Cada una podía elegir el color que le pareciera e introducir en él lo primero que se le ocurriera. A mí me venían muchos objetos a la mente. Estos fueron los que pensé en ese momento, y a partir de ellos debería construir una historia:
-Un billete de diez dólares.
-Una liga roja.
-Unas fotos antiguas.
-Un pañuelo de seda.
-Una baraja de naipes.
-Unos guantes de encaje.
-Una peluca.
-Un delantal blanco.
-Una cadena larga de plata.
-Un libro de poemas de Antonio Gala.
Con todos estos ingredientes debería cocinar una historia igual que cuando vas a la nevera y encuentras restos de una cosa y de otra y diseñas un plato magnífico fruto de tu creatividad.
Esto es lo que se me ocurrió:
Me cuesta arrancarme a escribir. He esperado al último día para hacerlo. Y no es que no haya inspiración en mi vida para llevarlo a cabo. Cada cosa que observo, escucho, toco son fuentes de inspiración para mí, pero como la vida es eso que pasa mientras nosotros hacemos planes, pues mi plan era escribir para este taller y todas las cosas que me pasaban no me dejaban pararme a escribir. En realidad algunos de los objetos que he enumerado están en el cajón de mi armario y los veo cada vez que busco mi ropa interior, así que creo que están muy relacionados con mi sensualidad. Comenzaré por la liga roja,
que me la ponía todas las Nocheviejas desde que me la compré hace más de quince años, excepto esta última que decidí no ponerla y romper con ese ritual, que me ataba a un pasado lleno de presagios y aconteceres en los que yo buscaba la suerte como para darle sentido a mi vida. Abro el cajón de mi ropa interior y allí veo mi liga roja, esperando que llegue Nochevieja, para que yo la coloque en mi pierna, para que rodee sinuosa mi muslo, encima de las medias, y con ese gesto tengo asegurado el porvenir todo el año para que mi pareja me muestre toda su pasión. Este año no me la puse, porque he decidido estar en barbecho.
Los guantes los heredé de una mujer para la que trabajaba una tía mía. Esta mujer, ya mayor, se marchaba para una residencia de ancianos y comenzó a regalar las cosas que ya no le servían. Sus dos pares de guantes a mí me parecían preciosos. En verdad nunca los he puesto para salir a la calle. A veces me los pongo como si fuera una niña que juega a disfrazarse. Creo que las manos cubiertas por unos guantes de encaje encierran mucha sensualidad y también dulzura, misterio. Las manos acarician, masajean, dan toques de esperanza cuando cuentas cosas tristes, acompañan a asentir. Los guantes de encaje protegen y esconden, insinúan que hay algo acariciador que va a salir por sorpresa detrás de lo que se vislumbra tras la urdimbre de las blondas.
Comenzar a escribir para este taller me ha llevado a retornar a mi infancia, cuando me disfrazaba delante del espejo de la habitación de mis padres. Me encantaba mirarme en aquel espejo e imaginar mil historias de princesas orientales con ricos tocados y vestidos de seda, con gasas, con velos, con largas cadenas de plata prendidas de las caderas danzando ondulados movimientos.
El billete de diez dólares me lo traje de un viaje que hice a América, recién separada, para celebrar mi libertad.
La peluca pertenece a otro viaje que hice a Londres con unas amigas. Entramos en unos grandes almacenes y nos pusimos a probarnos pelucas y a reírnos como locas ante el asombro de los flemáticos ingleses que nos rodeaban.

Las fotos antiguas son dos fotos
que sólo están en mi pensamiento, pues las he perdido. Una de ellas era de mi madre conmigo y con mi hermano cogidos de sus manos. Estábamos en una boda y llevábamos la ropa del mismo color -verde-, mi hermano casaca y pantalón y yo un vestido. Los había confeccionado ella y había bordado a cadeneta unos patitos en los bolsillos. De ese día conservo una foto de toda la familia, pero no la foto con mi hermano y con mi madre solos. En la otra foto estamos mi hermano y yo sentados en la mesa del bar de mi tía en Tazones, en la terraza. Eramos muy pequeños, entre tres y cuatro años. Se me ocurrió mandar esas fotos a una amiga que tenía en Salamanca y con la que yo me carteaba. Cuando le pedí que me devolviera las fotos unos años después me contestó que las había extraviado y sólo las conservo en la memoria y, sobre todo, en el corazón.
En la foto de la boda donde está toda la familia no se encuentra mi padre. Era marinero y estaba navegando. Cada vez que iba a navegar -y cuando se marchaba a algún sitio o cuando se despedía por las noches antes de dormir- me hacía una promesa que nunca cumplía. Me prometía que me iba a regalar una muñeca. Me hablaba de la muñeca como la más bonita del mundo y que él me la iba a conseguir para mí. Este pequeño trauma se lo he contado a todos los hombres que han sido importantes en mi vida, porque me asaltaba como una pena porque mi padre no había cumplido su promesa, así que mis hombres me regalaban muñecas para consolarme de la pérdida de mis anhelos. Yo no sé si lo que yo más anhelaba era una hermana, siempre quise tener una hermana, o tal vez por eso quiero a mis amigas con un sentimiento de hermana, añorando haber vivido con ellas mi infancia y mis historias de familia.
Mi última pareja me regaló una enorme muñeca que nunca me gustó el día que nos conocimos. La conservé hasta hace poco por la delicadeza que supone que te hagan un regalo y el que te lo hace siempre puede comprobar si ese regalo sigue presente en tu vida o ha desaparecido. También porque me dijo que la había elegido su hija pequeña para mí. Hace unos días se la regalé a una nieta de María, la cuidadora de mi madre, la niña se fue más contenta que unas pascuas con la muñeca y yo ya no necesito contar más este episodio de mi vida, pues creo que mi padre quería darme la ilusión sin poder hacerla realidad. Yo también hago eso con lo que escribo, lo pienso y lo pienso y tardo en plasmarlo en el papel. Era como si me contara el cuento de te voy a conseguir una estrella para que alumbre tu camino. Yo era feliz imaginando la muñeca, tal vez ninguna iba a ser tan hermosa como la que imaginaba, tal vez esa muñeca es mi preciosa hija, que se hizo realidad y es de carne y hueso.
La baraja de naipes es un buen remedio para el aburrimiento. Recuerdo haberme pasado un largo fin de semana con la hija pequeña de mi exnovio jugando a "la escoba", mientras su padre resolvía asuntos de su trabajo y se metía alcohol en vena. Ella y yo estábamos encerradas en el hotel esperando a que terminara su faena. Enseñé a la niña a jugar a "la escoba" y nos dimos unos buenos "escobazos" dejando que el tiempo pasara.
Para acompañar la alegría, la tristeza, el aburrimiento, cualquier sentimiento es bueno si la poesía lo envuelve. Unos versos de Antonio Gala:

Yo sólo soy el hombre que presencia
Mi vida, fijos los ojos en
El guardián del jardín.
Fueron estas las cartas
Que me correspondieron en el primer reparto.
Pero alguien hay que está
Viviéndome, y respira al lado mío
El aire que me sobra

Vendrá un día
En que yo seré el otro
Y viviré lo que ahora para él vivo.
Hoy toda dicha posible quizá sea
Habitar en la estéril esperanza...

Comentarios

Entradas populares