Alfombras de flores



Yo buscaba una iglesia para rociarme con su agua bendita. Tenía que hacer este ritual con siete iglesias. La verdad es que ya no llevo la cuenta de cuántas iglesias he visitado para finalizar mi aspiración. Sólo me hacía falta encontrar el agua bendita y la iglesia que lo contuviera. Paseando por el pueblo dimos con una capilla que tenía las puertas abiertas y el altar asomando hacia la calle. Entramos a visitarla y el agua bendita no aparecía por ninguna parte. El edificio no era muy antiguo y lo estaban limpiando. Respiramos la paz y el silencio que atesoran los edificios religiosos y contemplamos las imágenes de los santos. Entonces, se nos acercó el franciscano seglar, que al vernos tan interesadas en la contemplación de las imágenes comenzó a explicarnos de qué santo se trataba cada imagen. A mí me llamaba especialmente la atención el que hubiera una tumba dentro de una capilla y él me dijo que era la tumba de los dueños de los terrenos de la capilla y sus aledaños, que al hacer esa donación adquirían el derecho de enterramiento. Se trataba de un indiano y su esposa, de nombre ella Doña Corona, así la llamaba el franciscano seglar, hombre que olía a jabón caro y que portaba una barba escrupulosamente recortada. Hay hombres que huelen a sangre sudor y lágrimas, pero a mí el franciscano seglar me olía a jabón caro mientras me contaba la historia de Doña Corona y el indiano. Decía el franciscano seglar que ella era la más guapa y la más joven del pueblo- de las casaderas supongo- y que él vino cargado de dinero a pedir su mano. Yo me puse a imaginar a cuántas criollas habría dejado el indiano con un palmo de narices y con el palmito desvencijado por la lujuria, aunque su sueño era volver al pueblo a dejar la impronta de sus ganancias en las Américas.  Era tal mi interés en lo que me contaba que se fue a una sala que estaba al fondo de la capilla y me trajo un álbum de fotos y me mostró la foto de los finados. La foto era extraña: Doña Corona es verdad que era muy guapa, y tenía una alegría en la cara, una expresión de felicidad y miraba hacia un lado, al frente, como hacia el futuro. Su marido -que no recuerdo el nombre- estaba más apagado, como en esos anuncios de yogures que si no te los tomas sales en gris y después de tomarlos te vuelves de color. Aunque la foto era en blanco y negro parecía que ella se había tomado el yogurth y él no, era como si fueran dos fotos pegadas una al lado de la otra y en tiempos diferentes. Sólo se veían del pecho hacia arriba, no sabemos cómo eran sus cuerpos enteros, ni sus manos. Ella parecía más feliz que él, aunque a los que miramos la historia desde lejos podríamos pensar que él tendría que estar más feliz por haber alcanzado muchas metas a la vez: volver al pueblo con dinero, casarse con la más guapa y tener el cielo ganado con un pie en la tumba de un edificio religioso. Doña Corona sobrevivió a su marido cincuenta años ¡ya era jovencita la muchacha! y no tuvieron hijos, sí sobrinos, me dijo el franciscano seglar oliendo a jabón caro. Me mostró el reclinatorio donde ella jaculaba sus oraciones. 
- El cojín lo puse yo, no es el que usaba Doña Corona, pero en ese reclinatorio pasó ella muchas horas en recogimiento.
Yo le recordé al franciscano seglar la oración de San Francisco, que siempre me ha encantado:
Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde hay odio que yo lleve amor.
Donde haya ofensa que lleve yo el perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la unión.
Donde haya duda, que lleve yo la fe.
Donde haya error, que lleve yo la verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz.
Haz que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando, que se recibe;
Perdonando que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la 
Vida Eterna.
Nos marchamos de allí sin agua bendita, el autobús nos esperaba para llevarnos a casa. El conductor nos puso música de los sesenta y no paramos de cantar hasta llegar a la Villa

Comentarios

  1. Buenas noches, querida Leonor...me gustaron las fotos, unas poquitas mas porfa... si tienes.
    Agua bendita no encontraste, pero historia muy buena...bss.

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