Teresa

La única postal de Navidad que escribí este año se la escribí a una muerta. Cuando dejas de necesitar las cosas que buscas ellas aparecen como por arte de magia, porque ya no están imbuídas de tu ansiedad y desesperación con que las necesitas. Se vienen del País del Olvido para habitar tu zona de actividad. Ellas vivían cerca de ti, a veces te están pisando los talones, pero se hacían invisibles porque tú no querías verlas o porque ellas no querían encontrarse con tu desesperación o tu profunda necesidad de ellas. Estaba hablando con el padre de mi hija por Skype cuando él comenzó a preguntarme si sabía de algunos amigos y amigas de los que conocimos cuando vivíamos en Barcelona, entonces, le dije que me extrañaba que no sabía nada de Teresa, que siempre por Navidad yo le mandaba una postal y ella me llamaba por teléfono. Hacía varias Navidades que ella no me llamaba y que yo no le escribía la postal, no sé en qué año dejamos de hacerlo. La última vez que nos vimos fue en Barcelona en el año 2006 que a mí me dieron un premio en la revista "Yo Dona" por escribir una carta y el premio consistía en un viaje a Barcelona para dos personas. Me fui con mi hija y nos alojamos en un hotel que tenía piscina en la azotea y nos íbamos a ver a las modelos cruzar la pasarela, y en aquel momento nos ocurrieron una serie de extrañas coincidencias que nos parecieron divertidas, como que el hijo de una de las diseñadoras era el novio de la tía de una amiga de mi hija y allí los vimos acompañando a su madre en la presentación de sus diseños.
Quedé con Teresa en un centro comercial cerca del hotel y pasamos una tarde agradable con ella. Había estado enferma  y una cicatriz cercenaba su hermoso cuello. Estaba superando un cáncer y nos obsequió con todo su cariño y la mejor de las sonrisas. Nos alegramos mucho de vernos. Recordamos nuestros tiempos en Barcelona cuando ella despachaba en la heladería de su hermano y nos regalaba unas inmensas copas de helado adornadas con confeti de azúcar. El padre de mi hija a veces se ponía detrás del mostrador a echarle una mano cuando tenía apuro de clientela. Mi madre gozaba mucho con aquellas copas gigantes que contenían helados variados, nata, caramelo y los confetis de colorines que los alegraban como si fuera todos los días la fiesta del helado. Cuando yo la conocí ella tendría unos cuarenta años y me pareció una mujer hermosísima. Un compañero nuestro le decía a veces que ella era como un diamante en medio de un estercolero. Tenía una relación con su padre que yo envidiaba. Cuando él aparecía por allí a visitarla los veía charlar y charlar y sonreír mucho. Hablaban entre ellos en catalán -cosa que nunca me molestó, más bien me agradaba escucharlos- y cuando se dirigían a nosotros lo hacían en castellano, a pesar de la insistencia de Antonio de que quería aprender el catalán, pero ellos decían que no les salía hablarlo con alguien que era "castellano". Cuando ella vino a visitarme a Asturias me trajo como regalo una réplica pequeñita de la Fuente de Canaletas, que está en las Ramblas y el poema de Rudyar Kipling en catalán de parte de su padre:
SI
Puedes conservar tu cabeza, cuando a tu rededor
todos la pierden y te cubren de reproches;
Si puedes tener fe en ti mismo, cuando duden de ti
los demás hombres y ser igualmente indulgente para su duda;
Si puedes esperar, y no sentirte cansado con la espera;
Si puedes, siendo blanco de falsedades, no caer en la mentira,
Y si eres odiado, no devolver el odio; sin que te creas,
por eso, ni demasiado bueno, ni demasiado cuerdo;

SI
Puedes soñar sin que los sueños, imperiosamente te dominen;
Si puedes pensar, sin que los pensamientos sean tu objeto único;
Si puedes encararte con el triunfo y el desastre, y tratar
de la misma manera a esos dos impostores;
Si puedes aguantar que a la verdad por ti expuesta
la veas retorcida por los pícaros,
para convertirla en lazo de los tontos,
O contemplar que las cosas a que diste tu vida se han deshecho,
y agacharte y construirlas de nuevo,
aunque sea con gastados instrumentos!

SI
Eres capaz de juntar, en un solo haz, todos tus triunfos
y arriesgarlos, a cara o cruz, en una sola vuelta
Y si perdieras, empezar otra vez como cuando empezaste
Y nunca mas exhalar una palabra sobre la perdida sufrida!
Si puedes obligar a tu corazón, a tus fibras y a tus nervios,
a que te obedezcan aun después de haber desfallecido
Y que así se mantengan, hasta que en ti no haya otra cosa
que la voluntad gritando: ?persistid, es la orden!!?

SI
Puedes hablar con multitudes y conservar tu virtud,
o alternar con reyes y no perder tus comunes rasgos;
Si nadie, ni enemigos, ni amantes amigos,
pueden causarte daño;
Si todos los hombres pueden contar contigo,
pero ninguno demasiado;
Si eres capaz de llenar el inexorable minuto,
con el valor de los sesenta segundos de la distancia final;

Tuya será la tierra y cuanto ella contenga
Y -lo que vale más- serás un hombre! hijo mío!

A mi hija le trajo una cadena de oro con un colgante que era un osito y lo guardo todo con mucho cariño porque venía de una persona muy generosa y divertida. 
Me dispuse a buscar su teléfono, pero no lo encontraba en la agenda del mío, ya que había cambiado de móvil y algunos de los contactos no se conservaron en el nuevo teléfono, así que opté por hacer lo que hacía otras veces, escribirle una postal de Navidad. Busqué en mi vieja agenda de miles de años donde tengo anotadas las direcciones que van quedando lejos y ante mi sorpresa apareció la receta de la tarta de la tía Rosi que llevaba meses buscando guardada entre las hojas de la vieja agenda y di con la dirección de Teresa. Le escribí la postal y cuando habían transcurrido unos días me llamó su marido para decirme que Teresa se había muerto hacía dos años, el 4 de diciembre, casi un mes antes que mi madre. Tenía 63 años y era una mujer muy inteligente y divertida, su sentido del humor me hizo lanzar muchas carcajadas cuando la tenía delante. A ella siempre le había encantado un poemita que le escribí y que decía así:

Se viste de blancos delantales
y a veces llora, aunque sus encajes sean alegres.
Besa a mi hija
como si besara el futuro del mundo:
con esperanza, con pasión,
con esa ternura que infringe lo desconocido.
Es mi heladera preferida
y me regala bolitas frías desde su corazón ardiente.
Canta con su cuerpo,
sus manos parecen pájaros solitarios 
que buscan el infinito. 
Sus amantes son pintores
que se apasionan por dibujar
noches estrelladas,
lunas ociosas,
abrazos clandestinos.
Ella también ama la mar
y escucha su murmullo
hasta a mil kilómetros 
de distancia.

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