DINERO


María viene todos los miércoles a pedirme algo de dinero con un vasito de plástico que lleva en las manos. Hasta que yo decido soltarle la moneda ella me cuenta historias sin parar, como para ganarse su salario:
-Ese que va por ahí con la brasileña, ella li come todo de dinero, me lo contó su madre, que es amiga. Hoy me encontré cien euros en la pescadería, mentras peraba que el pescatero me daba algo de dinero. Fui preguntar que si alguien preguntó por dinero, pero nadie pidió dinero. Hoy vino regla, aquí tengo las compresas, tuve comprar compresas.- Exclama en un torrente de palabras contándome todo lo que acontece relacionado con las personas a las que va a pedir. Yo le digo que el dinero es de quien lo encuentra y que el pescadero debería darle el dinero a ella, ya que lo encontró. Recuerdo, entonces, que hace muchísimos años, tal vez más de sesenta, mi abuelo paterno se encontró por la calle tres mil pesetas y las fue a entregar al Ayuntamiento. Salió en el periódico y todo. Apareció el dueño, no sé si lo recompensó, sólo sé que mi padre conservó durante mucho tiempo el recorte del periódico donde se contaba la hazaña. Yo encontré dinero en dos ocasiones, en una busqué a la dueña para devolvérselo, en la otra me quedé con ello porque lo necesitaba. El dinero es de quien lo encuentra. Al contar esto una amiga me dice que ella y otra amiga encontraron en los lavabos de un aeropuerto un gran fajo de billetes atados con una goma y que decidieron entregarlos porque eran de alguien que los pensaría llevar escondidos entre sus entretelas y se los sacó un momento para hacer sus necesidades. No tenían dueño, ni nombre, ¿de quién eran los billetes?. Yo creo que de quienes lo encontraron, era un regalo de la providencia, pero a veces no entendemos las señales.
Me llama amiga nada más que llega y habla sin parar. A mí me da la risa y la dejo que me cuente, me agrada su forma de ser, su presencia es limpia y aseada y me cuenta sin demasiados dramatismos que tiene que andar mucho para sacar algo para sus hijos. Quiere recetarme una crema de Rumanía para una herida que tengo en un codo y no para de hablar.
José viene todos los miércoles a comprarme. De los bolsillos de su pantalón saca una galleta que le han dado con el café y yo pienso que no me la voy a comer porque está caliente y ha estado entre sus partes reblandeciéndose. Otro día me trajo un pastel con crema que sí me lo comí porque venía envuelto con su papel de la confitería y cerrado con cello. Cuando la gitana no está me dice que ella lo anda todo, que camina más que un corredor de fondo por todos los pueblos donde hay mercadillo. Ahora estamos los tres hablando y nos cuenta que le compró a un africano un reloj y que le dio 50 euros para que cobrase, ya que el reloj se lo vendió en 10 euros y él no los tenía sueltos. El vendedor le dijo que esperara un momento que lo iba a cambiar y no volvió más. María se reía a pierna suelta, la misma que le hace caminar tantos pueblos contando historias para sacar para el pan de sus hijos o tal vez mantiene a algún chulo que la amenaza, que eso no lo sé, sólo recuerdo su risa fresca y cómo le llamaba tonto a José por darle los cincuenta euros al africano y quedarse con el reloj en la mano esperando la vuelta.
Viene una pareja a comprarme "rascas". La mayoría de la gente compra para que les toque, pero dicen que no les va a tocar, yo insisto en que eso es "la profecía autocumplida" y que deben llamar a la suerte para que ella venga, así que empiezo a decir medio en broma (yo también a veces soy algo pesimista como ellos):
-¡Tenemos suerte, ya está aquí la suerte, tenemos suerte!
La mujer rasca el boleto y le tocan 20 euros. La pareja se enzarza en una discusión sobre si me tocó, si me toca más te dejo, te coges las maletas y te vas con tu madre.
Viene otra mujer con ojos de misericordia a venderme unas bayetas que dicen que lo limpian todo. Le doy una moneda y le digo que no quiero las bayetas, que lo que me sobran son bayetas.
Otro día viene un cliente a comprarme un cupón con un billete de cien euros. Le regaño diciéndole que si para tres euros le voy a cambiar tanto dinero. Se va a cambiar el billete y promete que volverá. Cuando sacó el billete observo que tiene muchos más billetes como ese. Le pregunto que si me deja hacerle una foto a los billetes. Saca el fajazo de billetes y yo le hago unas fotos. El me dice que me de prisa, que le pueden ver los billetes y atracarle. Comienza a piropearme, cada vez que viene me dice que soy guapa y yo le digo que siempre está rodeado de morenas, pero él me asegura que cuando se acuesta con ellas que piensa en mí. No sé de dónde le sale eso, ya que no he tenido nunca nada íntimo con él. Le gusta rodearse de morenas, les compra cosas. Un día bajaba las escaleras de una tienda de electrodomésticos y una de estas chicas le iba diciendo:

-Si me compras el microondas te hago lo que quieras.

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