PALO DE LLUVIA





Hay personas que viven de continuo colgadas del árbol del ahorcado. Solamente soporto su presencia porque me sirven de espejo y si las elimino de mi vida no podré evitar que siga viendo a otras, siempre que mi odio y mi rencor no desaparezcan no lograré que esas personas se esfumen como humo. Bien es verdad que la mayoría de la gente que me rodea es puro amor, aunque nadie es perfecto, ni falta que hace, al ser de carne y hueso.

Costumbre tienen algunas personas de cortarte la palabra de un tajo, porque les inspiras aquello que también han vivido como tú en ese momento y desean expresarlo con apremio. Yo aprendí a dejar espacio a la respuesta. Sé que para eso tengo que armarme de paciencia, reposar en mi mente la idea preconcebida, lo hilado de lo narrado. Aprendí a escuchar a la otra persona con la técnica del palo de lluvia: cuentas lo que quieres expresar y luego se hace sonar el palo de lluvia, que es el tiempo que le das al otro para que pueda liberar sus pensamientos y sentimientos. La que mejor sabe llevar a la práctica esta técnica es mi hija, casi nunca tenemos que agotar lo que necesitamos contar superponiendo palabras a borbotones, cóctel de ideas sin sentido con tal de informar repeticiones de historias contadas una y mil veces. Así que a veces me limito a escuchar, tal vez no era tan importante lo que yo tenía que decir, tal vez a la otra persona nadie la escucha o, volviendo a los espejos, yo hago lo mismo con otras personas a las que no les doy su palabra en el tiempo que la necesitan.

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