Argumentos


Comienza el nuevo día. Me propongo disfrutar de todo lo que me rodea. Miro el sol de frente un segundo y su silueta se vuelve azul. Lo veo reflejado en el cristal de la ventana que hay enfrente de mi kiosko, también está proyectada la sombra de la palmera que hay en el parque. Toda la fachada tiene dibujada esa palmera inmensa. Pienso en el fruto de la palmera -los dátiles-, que me encantan, suelo comerlos solos o añadirlos a mis guisos, me deleita poner pasas, piñones, dátiles en lo que cocino y en las ensaladas. El sabor agridulce me apasiona. Voy a la pedicura. Charlamos mientras me quita las asperezas, los dolores, los tinglados con raíces que se acomodan en mis pies como dardos. Ella me cuenta que su padre -que tiene mi edad- protesta cada vez que la tiene que ir a buscar en coche cuando ella pierde el autobús. Sacó el carnet hace año y medio y su padre la convenció advirtiéndole de los peligros que hay en la carretera de que no cogiera el coche. Le da miedo conducir y cree que tiene que volver a dar clases de conducir para perder el miedo. Como argumento para que su padre la vaya a buscar sin protestar (máxime cuando fue él el que le quitó la idea de coger un coche) le dice que si prefiere ir a buscarla porque está tirada en el Campillín borracha o drogada, cuando lo que va es a buscarla porque sale de trabajar y no tiene medios de transporte porque es de noche. Me hace gracia lo que me cuenta esta chica, yo también utilizo argumentos para mí misma cuando quiero moverme y me da pereza, empiezo a pensar si no me pudiera mover y otros tuvieran que hacer las cosas por mí. Si me da pereza lavarme los dientes pienso si mis manos estuvieran paralizadas y alguien me tuviera que lavar mis dientes, si me cuesta levantarme del sofá, salir del letargo pienso en que estoy sana, que puedo mover mi cuerpo y tomo distancia de mi pereza y me animo, y me empujo de pensamiento y me levanto como si tuviera un resorte dentro de mí que me animara a mí misma a hacer lo que no tenía ganas ni voluntad de hacer. Hoy a las nueve me puse a hacer croquetas. Tenía la masa hecha desde ayer. Podemos comer croquetas congeladas, pero no saben como las que hacemos nosotras, con ese toque que les damos de pimienta, nuez moscada. Yo las hago con la termomix, así la masa me sale perfecta en grosor y esperanza. Me siento en la mesa de la cocina con mis gatos de compañía y me pongo a rebozar las croquetas. Pongo la tele en el canal cocina para redundar en mis actos, pero no me gusta la cocinera que da recetas de la cocina americana, entonces, recuerdo la conversación que tuve esta mañana con la chica del Circulo de Lectores que me vino a ofrecer los últimos premios Planeta. Le digo que no sé quiénes son y me dice que si no veo las noticias. Le contesto que yo me despierto por las mañanas con el canal cocina, que me relaja ver hombres cocinando para mí bien tempranito. Antes ponía las noticias, pero estoy harta de escuchar a los de un partido u otro poniéndose a parir y no dar soluciones alternativas a los problemas. Bueno, pues sigo enrollando croquetas y pongo el programa de Sánchez Dragó en Telemadrid y están hablando sobre el centenario de la muerte de León Tolstoy, uno de mis escritores favoritos. Quiero comprarme los libros, uno de ellos está escrito por su hija Tatiana y se titula "Tolstoy, mi padre". Por lo visto Tolstoy llevaba tres diarios, uno público, otro personal y otro secreto, que escondía donde nadie lo viera. León era un visionario, aunque muy contradictorio en su vida, pues estaba a favor de los pobres, de los parias, pero tenía treinta criados en su casa, en fin, como yo también soy muy contradictoria, diríamos que lo comprendo porque era un genio. La chica del Círculo me dijo que ayer estuvo en Ribadesella y que se estaban preparando por si había otra riada, con tablas de madera y espuma para retener el paso del agua, esa espuma que es como silicona y que se suele poner en los huecos de las paredes para la humedad, en fin, que necesitamos recursos para salir de las dificultades, mi primo el de Miami está acostumbrado a ir a la ferretería a comprar tablas y clavos cuando vienen los huracanes, no pensé que nosotros íbamos a tener que utilizar estas herramientas cuando nos vengan los diluvios.
¿Escuchasteis ayer el trueno semejante que cayó? ¡Qué miedo!

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