Lluvia




Es sábado otra vez, la magia de lo sabático nuevamente me atrae. Intento comenzar con mis actividades cotidianas de los sábados, apunto en un cuaderno las cosas que me faltan en la lista de la compra y una carta a una mujer se me ocurre en la cabeza, esa mujer está en una parte de mí gritando que quiere manifestarse, quiere gritar su manifiesto. Me siento a escribir esto y a ver la lluvia caer, la tan temida lluvia, que me gusta tanto, su ruido tras los cristales, el brillo acharolado de las calles, el raspado de los coches contra el asfalto. Desde la ventana lo controlo todo, no me mojo, estoy a cubierto y segura. El pitido del calentador de agua me saca de esta abstracción, la ropa de la lavadora está esperando a que la tienda. He hervido tres litros de agua para hacer “steviadas”, es decir, infusiones con la planta de stevia, una planta casi milagrosa -como todas las plantas- que sirve para regular el azúcar en sangre, es diurética, reduce el colesterol y ayuda a quemar triglicéridos. En realidad yo la infusioné para cuando tenga sed llevarme a la boca algo sano, no los zumos y bebidas artificiales que nos venden. También quiero hacer más tarde mantequilla clarificada, que también es saludable. Tengo mucha tarea por hacer, pero la música de la lluvia sobre la barandilla que bordea los soportales de mi edificio me hacen pensar en lo apacible de la tarde, en la tristeza por la muerte de un ser muy querido para una amiga, en la tortilla de patata que me voy a hacer, con pimiento rojo, con cebolla, con huevos de gallinas que andan por el suelo y no están encerradas en jaulas, pienso en esas gallinas encerradas en jaulas y nosotros comiéndonos sus huevos y absorbiendo sus estreses y sus angustias, pues todo se pega. Estoy de nuevo de vacaciones, todo el mundo me dice que siempre estoy de vacaciones, porque sólo piensan en mis vacaciones cuando estoy de vacaciones, no en las de ellos cuando están de vacaciones. Puede que me vaya a “Mi mundo ideal”, que es el lugar más barato del mundo, pues yo soy la “gastosa”, la productora, la directora...
Ayer nos dijo Beatriz en el taller que nos está impartiendo y que se llama “Cuerpo de mujer” que a partir de los 50 años ya no se les puede echar la culpa a los padres por las cosas que no tuvimos o que no pudimos hacer, por nuestras carencias, aunque papá Freud dijera lo contrario. Ya va siendo hora a estas alturas de gestionarte tu valía, tu poder, tu amoroso trato hacia ti misma. Ayer nos habló de la resiliencia (“Los patitos feos”. La resiliencia: una infancia infelíz no determina la vida. Boris Cyrulnik. Editorial Gedisa). Algunos niños superaron grandes adversidades incluso “educándose” en sucios y mugrientos hospicios, porque alguien los valoró, les dijo algo amoroso que los incentivó a superar sus límites. yo recuerdo con especial cariño a mi profesora de francés del Instituto Doña Jimena. Yo tenía 10 años y había superado a duras penas el exámen de ingreso. Comencé a cursar el 1º de bachillerato de aquellos tiempos. Por orden alfabético nos sentaban en los pupitres y a mí siempre me tocaba sentarme en la fila quinta más o menos, pero a la hora de los idiomas nos cambiaban de clase y las de francés íbamos para otra clase y nos sentábamos en primera fila. La profesora comenzó a notar que yo ponía ojos de chinita para mirar el encerado y me recomendó que fuera al oculista. Hacía mucho tiempo que me decían que yo acercaba mucho la vista a los libros, pues yo estaba siempre leyendo, me gustaba todo lo que estaba escrito, leía tebeos, fotonovelas, revistas del corazón, los libros prohibidos de mi madre (Ana Karenina, Cleopatra, Angélica y el rey...), catecismos, misales, hojas de coplas, prospectos de los medicamentos, todo me gustaba y tanto me gustaba leer que parecía que lo devoraba más que leerlo, pero era porque veía mal y sólo la dulzura de esta mujer me convenció para que fuera al oculista y me graduaran la vista. Fue la única asignatura que aprobé, con un seis, de las demás no me enteraba por culpa de la vista y porque no prestaba la suficiente atención. Cuando me fui al otro colegio a repetir curso siempre saqué muy buenas notas en esta asignatura, llegué a sacar matrícula de honor, sólo en francés...
Sigue lloviendo, Amelia me llama para ir al funeral de la nuera de nuestra amiga. Mientras hablo con ella por teléfono miro por la ventana y observo a un pájaro posado en el cable de la luz, no le importa mojarse, para él la lluvia es una bendición. El pájaro posado en el cable me relaja, la lluvia tras los cristales me relaja...
He pensado muchas veces que a las que nos separamos nadie nos ha dado el pésame, nadie nos da sus condolencias por el duelo que pasamos, no hay ceremonia del adiós, no hay despedida. Y cuando la otra parte enseguida toma el relevo y se empata con otra es como si tú te hubieras muerto y él viniera a tu entierro con ella.
El día de la Madre voy a ir a la Plaza Mayor de Gijón a reunirme con “Mujeres en paz”, una amiga irá con su madre, otra con su hija y yo con la mía, luego nos iremos juntas a comer. Me gusta este plan...

Comentarios

  1. Querida Leonordeaquitania:
    Tu vales mucho,mucho y desde luego que estas muy viva.Pero no naciste para esclava y él se lo pierde.
    Ahora eres más libre y eso no tiene precio.
    Te mando un besazo,pero no de pésame,sino de felicitación por los buenos ratos que paso con tus relatos.

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    1. Gracias, bonita, me anima mucho lo que me dices, estoy encantada de escribir y me sirve de verdadera terapia.
      Un beso.

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