WOODY ALLEN YA NO ME HACE REÍR



Yo creo que a la gente le llama la atención que un tipo como yo tenga tanto éxito con las mujeres, tanto éxito en general, que un triunfador tenga la presencia que yo tengo, con esta apariencia de hombrecito tímido escondido tras unas gafas graduadas y el sentido del humor. Soy feúcho y desnudo no gano puntos como otros dicen, sino que doy pena, y de eso vivo, de dar pena de mi facha, que despierta en los demás el pensar que se identifican con mis complejos y mi manera de ver la vida como algo profundo y tragicómico.
Y es que yo represento a los fracasados, acomplejados y torturados interiormente que hay en el mundo, y como soy su portavoz algo me empuja con la fuerza de todo ese grupo a avanzar para conseguir poner una voz universal y hablar de todos ellos, los que no tienen un foro donde expresarse.
Soy una persona atormentada y triste y de mi mundo interior soy capaz de sacar la inspiración para darle la vuelta y convertir el drama en comedia, por eso doy sentido a la vida de la gente que se aburre con la suya y no sabe dónde está la chispa de lo cotidiano. 
Parezco tan frágil y vulnerable, que el rumor extendido malediciente sobre los abusos sexuales y tocamientos mis hij@s adoptiv@s se quedó sólo en eso, en rumor, ya nadie lo recuerda cuando ve mis ingeniosas películas donde los intelectuales se ven reflejados como una caricatura de sí mismos.
Hay en mí algo de miserable, pues el niño interior lo voy a buscar en la inocencia de otros niños, precisamente los que tengo más cercanos y nadie se puede creer que alguien tan inteligente sea capaz de albergar ese instinto depredador de matar la inocencia.
Las mujeres más hermosas, las actrices con talento quieren hacer películas conmigo porque soy una mina de éxito, algunas son verdaderamente mediocres -las películas-, pero al tener mi firma parece que se convierten en oro. 
Si la gente se pusiera a pensar en algo tan abyecto como el abuso sexual a mi propia hija, aunque no sea biológica, no iría a ver ni uno de mis chistes baratos contados en un entorno neoyorquino, o de Londres, o de Barcelona.
Llevo 80 años contando que tengo miedo a la muerte y ella (tan astuta como yo), se resiste a llevarme porque nadie representa su protagonismo de manera tan magistral.
Lo único que hago bien es tocar el clarinete.

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