Parranda de Verano y Encuentro Antiguas Alumnas del Cole de Roces




El 30 de junio había quedado con mi amiga Encarnita para ir a la cena con las Antiguas Alumnas del colegio de Roces. Ella me dijo que ese día también tenía una comida con amigos que se reúnen de vez en cuando para cantar y bailar amenizados por el grupo donde canta su cuñado. Me dijo que si me animaba a ir, que íbamos a hartarnos de comer en los dos sitios y que no podríamos con tantas viandas en el estómago. Creo que no me lo pensé dos veces, ya que era perder el tiempo pensando en tomar decisiones que a mí no me atañen directamente, así que me vestí de fiesta ya por la mañana y me fui de parranda con los del norte, que es la tierra que me tira, aunque a veces me tira el sur de una manera cálida. Con los de la parranda comí tres platos y postre y bailamos sin parar, bueno, yo me dediqué a hacerles fotos, pues me encantaba verlos bailando y disfrutando, yo también eché algún bailecito, que no me podía resistir con estos muchachos que lo hacían tan bien. En la parranda esta de verano había otra chica que también iba a la cena de las antiguas alumnas, pero que no tenía con quién ir porque las amigas con las que iba a ir la habían plantado. Todo el rato nos estuvimos riendo y pensando que era una pena que nos tuviéramos que marchar, porque aquello se estaba animando de miedo y nos parecía que en el otro sitio no nos lo íbamos a pasar tan bien. Les dimos carpetazo a los parranderos a eso de las siete y media de la tarde y nos fuimos a la otra punta de Gijón en busca de las antiguas alumnas, más antiguas que alumnas como decía Begoña en broma. Al principio tuvimos que romper el hielo poco a poco, el ambiente era un poco más íntimo que el año pasado, ya que éramos la mitad. El año pasado éramos más de sesenta y este año no superábamos la treintena. Nos dispusimos a dar bocaditos al tapeo que había sobre las mesas, estábamos de pie y nos movíamos de un sitio para otro hablando con unas y con otras. En un momento dado de la noche nos sentamos en corro, juntamos las sillas en forma de círculo ovalado, de manera que todas nos veíamos y nos escuchábamos y comenzamos a hablar una a una y a contar cosas. Fue entrañable, porque hablamos de lo que sentimos el año pasado, algunas se quejaban de que sólo habían podido hablar con la de al lado y esta vez el diálogo transcurrió con otra comunicación. Se estableció un turno de contar algo de cada una y de sus recuerdos del colegio. Todas decíamos que no nos acordábamos de nada, pero los recuerdos llegaban nada más que tirábamos del hilo, y otro hilo y el hilo de la otra me hacía recordar el mío. Yo le dije a Belén el año pasado que la habían castigado un día sin cole por llevar minifalda y ella no se acordaba, pero cuando llegó a casa comenzó a tirar del hilo y le vino a la memoria el recuerdo. Elvira me dijo a mí que me castigaban sin recreo y que yo me escapaba por la ventana. Reconozco que yo era muy capaz de hacer eso, pero no lo recuerdo, entre otras cosas porque estábamos en un primer piso, pero tal vez eran las ventanas del comedor, que sí estaban en la parte baja. Volví a recordar la primera vez que leí en público en la oración de la mañana, en cómo me temblaban la voz y las piernas y ahora me da por recitar poesía en espacios públicos, aunque me sigo poniendo nerviosa cada vez que lo hago. Me pidieron que recitara algo y a mí se me ocurrió un poema de Juan Ramón Jiménez que es breve y dice así:
"¡No corras, ve despacio,
que a donde tienes que ir es a ti solo!
¡Ve despacio, no corras,
que el niño de tu yo reciennacido
eterno,
no te puede seguir!"
 Echamos muchas risas y decidimos que el año que viene vamos a ir a Argüero a visitar una mina de azabache, que nos lo va a organizar Begoña, ya que ella es artesana de este magnífico mineral.
 Lo pasamos muy bien, queremos repetir hasta la saciedad…

Comentarios

Entradas populares