Santa Marta




Hoy hice la colada, aunque no es sábado. La noche parece que será escasa de lluvias y decidí tender mi ropa en la azotea de mi edificio. Tengo allí habilitado un hermoso tendedero para exponer la ropa en todo su esplendor. Mientras la tiendo pienso en montones de cosas y la ropa me regala con su olor a limpia y el recuerdo de en qué momento de la semana me puse cada prenda. Para acceder a la azotea tengo que coger el ascensor, subir hasta el cuarto piso y desde allí pisar catorce escalones. Un día tengo que medir los escalones, pues acabo de leer en un libro que se titula "En casa" de Bill Bryson (RBA editores) y que trata de todos los pormenores sobre la construcción de una casa, bien pues acabo de leer en ese libro que las escaleras tienen que tener una medida para que no cansen y que no es lo mismo bajarlas que subirlas, claro, eso ya lo sabemos todos. Por lo visto las escaleras incorporan tres figuras geométricas: la contrahuella, la huella y la pendiente. Yo les dije a los de mi comunidad que me pusieran unos pasamanos a cada lado de la escalera para poder sortearlas. Yo subo con la ropa mojada y bajo con la ropa seca. A veces me cabrea pensar que tengo que subir tantas escaleras para tender la ropa porque no puedo tender en la fachada. Hubo un tiempo -cuando cuidaba a mi madre- que me resultaba agotador subir las escaleras y todavía más cargar con la ropa mojada. Hoy me subió mi hija la ropa, pero el placer de tenderla lo he disfrutado yo. No se puede ver la ropa tendida. A mí me gusta la ropa tendida. Se nota que esa moda de que la ropa no aparezca en las fachadas fue inventada por los hombres, porque no les gusta que los vean tender la ropa, a los pocos que lo hacen, porque unos pocos lo hacen, pero todavía muy pocos. ¿Qué tiene de malo que se vea la ropa limpia expuesta al sol? Los arquitectos y los constructores quieren lucir sus fachadas y a nosotras nos gustaría sembrarlas de ropa limpia y olorosa, aireada, asoleada. Es mejor que tenerlas en las casas -que se llenan por eso de humedad- y es mejor que usar la secadora, ya que la secadora consume energía y si no la sabes utilizar bien también te estropea la ropa. Mientras estaba en la azotea disfrutaba del momento, me daba por pensar que tendría que coger una silla y un libro e irme allí a disfrutar de aquel silencio. De vez en cuando un pájaro se posaba en la muralla que rodeaba la terraza o un mosquito me zumbaba cuando prendía una pinza en la ropa. El sol se estaba poniendo y las nubes trataban de cercarlo, apenas había ruido, sólo el silencio de la tarde cantándome su nana de despedida.

El domingo fui con mi tía Marta y mi prima Martita a celebrar Santa Marta, que es la patrona de las amas de casa y de la hostelería. Estrené para la ocasión un precioso chaleco que había comenzado a bordar hacía veinte años. Está hecho a pedacitos, lo hemos confeccionado entre cinco mujeres. Lo tenía guardado en una caja y había bordado unas cuantas piezas, pero cuando me puse a bordarlo de nuevo no era capaz, no me salía el bordado, mis manos se volvieron torpes o mi cerebro no me deja desarrollar esa destreza, no sabía lo que me pasaba, no podía ni bordar cadenetas, que son lo más fácil de bordar, así que lo comenté  con las mujeres de mi asociación y una me bordó unas cuantas, otra unas pocas y otra me las unió. Luego lo llevé a una modista para que me lo forrara y lo rematara y así quedó de bonito…

Comentarios

  1. Una preciosa hitoria," simplemente tendiendo la ropa".Te veré con tú chaleco... haber la guapa... que estas...¿verdad?

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