A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS


Erase una vez un hombre pegado a un gato. Me cae bien este cantante de folk, que recorre las calles frías y nevadas tratando de salvar a un gato al que él parece querer rescatar del abandono y de la pérdida. Su gato se parece al mío, físicamente, con su andar acolchado y su rabo enhiesto, con la mirada tierna y distraída. Podríamos hablar del gato y de él en los mismos términos, aunque  todavía le quedan algunas leguas para llegar hasta donde llegan los felinos, que aman sin poseer, acompañan sin invadir y viven sin depender. A Llewyn Davis le queda mucho por andar para parecerse a un gato con semejantes cualidades, porque él se pasa todo el tiempo viviendo en casas de amigos, follándose a la novia de alguno de ellos, tratando de que reconozcan su valor como artista. Parece que todo le sale mal, aunque no es raro que se llame a muchas puertas hasta que te dejen pasar para adentro. Yo no lo veo perdedor, él lo intenta de todos modos, dicen que el éxito es la culminación de muchos fracasos, así que él lo intenta, aunque de una forma superficial parece que lo acompaña la mala suerte, sólo faltaba que el gato fuera negro, pero, no, es un precioso gato atigrado y pardo al que él cuida con mimo, tal vez como le gustaría que le cuidaran a él. Lo más triste de todo es cuando habla de su compañero en el dúo que formaban y hay una escena en la que canta una canción que solía cantar con él y que de repente la interrumpe porque una mujer (también cantante de folk) quiere acompañarlo y él no se lo permite porque era de su amigo. Me quedé con ganas de escucharla, porque sonaba bellísimo, justo en un momento precioso de subida del tono de las voces, es un corte brusco, que estás esperando que la canción continúe, pero no es hasta más tarde, mucho más tarde, en otro momento de la película en que la canción aparece y la podemos escuchar entera.

 Se repite varias veces a lo largo de la película: "Si nunca ha sido nueva y nunca envejece, es una canción folk"

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