Mirándome desde el escenario

He aprendido a planchar mirando por la ventana y desde ella veo la montaña que me mira con sus inmensos ojos verdes. El paisaje está quieto, las nubes se posan en su perfil altivo, pasa algún que otro coche y la gente pasea a sus mascotas. La tarde tiene un encanto gris, mis dos gatos duermen en los lugares donde yo debería reposar y no hacer otra cosa que ver la tele o leer un libro, pero no me dejan pararme…
Este año he formado parte activa en las festividades de mi pueblo. Ha sido una experiencia reconfortante y enriquecedora. Mi lema, copiado directamente de uno de los libros de Isabel Allende era: “Hay dos clases de problemas: los que se arreglan solos y los que no tienen solución” y de esa manera iba sorteando obstáculos y enfrentándome a las dragonas que me salían por el camino, también me salieron muchas hadas que me apoyaron todo el tiempo para salir adelante y ahora estoy de vacaciones y disfrutando de una tarde de sábado después de haber ido a la piscina a dar unos largos y de haber preparado un pollo al jengibre, con la mente llena de recuerdos agradables que quisiera relatar.
Me dieron la oportunidad de hacer de mí misma, me podía observar desde afuera y pensar en cómo era yo en realidad. Inventé un traje para disfrazarme de mí misma que mi hija me dijo que era muy Lady Gagá, ya que ella se había confeccionado uno con chuletas de ternera y el mio era con cupones de la ONCE.
El día del estreno esperé en el callejón de los gatos a que los actores, el pregonero y el alcalde contaran sus historias mientras la reina, las damas y los otros personajes conmigo esperábamos a la intemperie, ansiosas por discurrir nuestra presencia en el escenario. Las niñas parecían novias, pues todas iban vestidas de blanco, menos la reina que iba de rojo. Yo cosí un vestido con cupones del EXTRA de verano, pero no lo puse hasta última hora y estaba entre bambalinas cuando los actores entraban y salían y se quedaban asombrados al ver el vestido que era como un vestido sorpresa, pletórico de ilusiones. El tema de la taza de wáter me seguía persiguiendo, ya que en uno de los momentos en que entré a cambiarme al aseo de los camerinos del teatro, al quitarme el vestido que traía de casa para ponerme el de los cupones la pinza del pelo salió disparada y me cayó dentro de la taza del wáter. Me lo pensé unos segundos, pero aquella pinza me sujetaba muy bien el pelo y no estaba dispuesta a quedarme sin ella, a pesar de que antes había escuchado el chorrito de meada de uno de los actores, pero la taza estaba de un blanco impecable y no estaba dispuesta a perderla, ya había perdido otras cosas en mi vida que eran irrecuperables y esta vez la oportunidad me brindaba la ocasión de que la pintan calva y no era cuestión de pensar ahora en el agua fuerte, que por cierto se me puso el gato malo y llegué a la conclusión de que fue por culpa de esta dichosa manera de limpiar a fondo….



Comentarios

  1. Me perdí la presentación de las fiestas, pero puedo decirte, por las fotos, que eras una bella cuponera ilusionando las miradas de los que pudieron verte.
    Un besito.
    Charo

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