La cabeza de Juan

Cada mañana me pregunto lo mismo: ¿en qué estará pensando Juan? ¿Qué puebla su cabeza? ¿Tendré ideas como el resto, o habrá dentro de ella frondas, marismas, manglares? ¿Conocerá las palabras o cincelará en su silencio un nuevo lenguaje capaz de convocar lo exacto? ¿Cómo tendrá archivados sus recuerdos, en compartimentos conectados o en álbumes sin concierto?
A veces, Juan sonríe. Cuando lo hace y yo le veo, me recorre un escalofrío de curiosidad. ¿Qué diminuta mariposa se habrá posado en qué pliegue, en qué resorte mental para que Juan desabroche su sonrisa? Se ríe, y a mi me enternece. Por el misterioso motivo que procura su sonrisa.
En ocasiones le hablo, aunque sé que es autista. Juan me mira, pero está como ausente. Siempre me queda la sensación de que lo que le ocurre dentro es mucho más fascinante que lo que sucede a este lado de la realidad. Le aburrimos. Y él se retrae. Apenas habla.
En una ocasión le escuché decir perfectamente una palabra: “alféizar”. Estuve todo el fin de semana revoloteando sobre su posible mensaje. Alféizar. ¿Qué quiso comunicar Juan? Acaso nada. Acaso condensó todo un tratado de vida en esa única palabra. Yo, torpe, menguo ante la riqueza en el matiz que admite Juan.
En el comedor se sienta siempre en la misma mesa. Si, por casualidad, el sitio que suele ocupar no está libre se desconcierta, y vaga por el comedor con la bandeja en las manos, esperando a poder sentarse donde siempre. No se enfada cuando esto ocurre, ni se desespera, simplemente desenrolla el ovillo de tiempo para que éste transcurra al ritmo que pide.
Gracias a Juan, observo. Gracias a Juan, comprendo que el ser humano es infinito. Y mágico. Y arcano. E intranferible.
Una mañana encontré a Juan asomado en la ventana, manipulando algo que no conseguí distinguir. En cuanto se alejó de allí, me acerqué yo. Había depositado un puñadito de alpiste. No tardaron en llegar algunas palomas.
Alféizar.

Esther Peñas. Trabajadora de FSC Inserta (de Fundación ONCE) en Madrid, obtuvo recientemente con este relato el I Premio Discapnet de Relato Corto

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